La situación económica española es ciertamente preocupante. Entretanto nuestro presidente afirma que no nos preocupemos, que las medidas tomadas ya se empiezan a notar. En efecto, las medidas tomadas ya se notan pero para mal.
Si miramos las cifras macroeconómicas, salvo
la tasa de paro, todo lo demás no iba tan mal en España hasta 2012. Una tasa de
paro de casi el 25% es bastante catastrófica pero ahora esa tasa sigue
creciendo. Salvo los órganos gubernamentales ninguna entidad ve signos de
recuperación, más bien al contrario. HSBC prevé incluso llegar al 30% de paro,
por desgracia, no va tan desencaminado este banco pues los signos de mejoría
brillan por su ausencia. En pocas ocasiones hemos visto semejante unanimidad en
cuanto a la situación venidera de un país que sigue siendo la 4ª economía de la
zona euro.
La mayoría de países de nuestro entorno han
capeado el temporal con bastante solvencia, pero hay que reconocer una serie de
dificultades añadidas en la economía española, como es el sector inmobiliario
que ha provocado una crisis financiera
de dimensiones insospechadas.
Esto para entendernos significa lo siguiente:
Vamos a imaginar que tenemos un saco lleno de agua, el saco tiene una serie de
agujeros que hacen disminuir el nivel de líquido, ¿Cuál sería la solución? para
la UE llenar el saco con más agua. Unos minutos después el saco sigue
vaciándose pero a los encargados de pensar se les ocurre una nueva solución:
más agua.
Igual tú harías alguna otra cosa pero,
oficialmente, llenar el saco con más agua es la única salida, no hay soluciones
milagrosas, dice nuestro presidente.
Eso mismo está ocurriendo con la economía
financiera, se ha inyectado dinero y más dinero para tratar de solucionar una
crisis. Mientras el sistema se sigue desangrando porque toda la maquinaria se
basa en la confianza, que para nuestro ejemplo sería la tela del saco. La
confianza no abunda en nuestro tiempo y por tanto el saco no guarda el dinero
recibido ya que los inmuebles se deprecian cada vez más, lo cual no es malo de
todo. Si queremos que la mayoría de la población pueda ser propietario de su
vivienda los precios deberían de ajustarse y mucho, claro que en los países
vecinos la mayoría no son propietarios. Sin embargo, tampoco es algo tan simple
decir que el alquiler es la solución, gran parte de los jubilados actuales
sobreviven porque cuentan con vivienda en propiedad. Si debieran de hacer
frente al coste de un alquiler con la media de pensiones españolas tendrían que
alquilar un apartamento de cartón.
¿Soluciones?
Tapar las perforaciones del saco no es tarea
fácil porque el agua suele impedir el sellado pero llenar más el saco nunca será
la solución. Vaciarlo sería una opción y parece que hacia ese camino vamos, a
esto llamaremos BANCO MALO, pero no debemos olvidar que es un vaciado parcial
puesto que el BANCO MALO se va a quedar únicamente con una parte de los activos
tóxicos o deteriorados pero los activos buenos también se deterioran ya que el
balance de los bancos hace aguas por dos vías:
- La depreciación de las garantías: la caída de valor de los inmuebles puede hacer insuficiente la garantía de préstamos buenos, aquellos que el prestatario está pagando sin retraso.
- La insolvencia sobrevenida: el maltrecho mercado de trabajo incrementa continuamente el número de impagados y baja la calificación de las entidades.
Una solución definitiva podría ser la separación
de todo activo inmobiliario de los balances de los bancos. Pasar todos los
préstamos con garantía hipotecaria y todos los inmuebles a ese BANCO MALO. Esta
solución tendría un coste muy elevado pero los experimentos también lo tienen. La
opción que yo planteo la deberían de ir pagando los bancos con los beneficios
futuros, lastraría las cuentas públicas, aunque con las “soluciones” actuales este
lastre antes o después terminará por asomar igualmente.
Si la UE dispusiera de una entidad (debería
ser el BCE) que se encargara de cumplir esta función ni siquiera las cuentas
públicas sufrirían. Por desgracia la UE no se preocupa más que por aplicar su
receta de austeridad, remedio que ha demostrado ser totalmente ineficaz,
incluso contraproducente.
La
austeridad por sí sola no soluciona los problemas, la austeridad mal entendida
arruina el futuro.
Los recortes pueden ser positivos si se refieren a capítulos inútiles pero son
demoledores cuando eliminan partidas necesarias y que constituyen pilares
básicos de nuestra convivencia. Si además los recortes se realizan de forma
totalmente arbitraria, manteniendo lo inútil y eliminando lo necesario los
recortes generan indignación y pueden convertirse en la gasolina que se
almacene a la espera de una chispa que haga volar el sistema.
Esperemos que se imponga el menos común de
los sentidos y nuestros gobernantes procedan a recortar esa montaña de gastos
absurdos, a reducir duplicidades y triplicidades, a facilitar el funcionamiento
de las iniciativas empresariales... En esa medida solamente se encontrará
confrontación con los aprovechados que se enriquecen a costa de la sociedad.
¿Cuántas personas están en contra de la
supresión de las diputaciones?
¿Y del montón de registros autonómicos que
obligan a las empresas a aportar más y más documentación so pena de multa
pecuniaria?
Supriman todo lo inútil y en ese viaje les
acompañaremos la gran mayoría de la sociedad, con independencia del color de nuestras
ideas y nuestra bandera.
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