Según parece ha sido la denuncia de un ciudadano chino la que ha alertado a la policía de las irregularidades que se estaban produciendo en el polígono de Fuenlabrada. ¿Acaso alguien dudaba de ello? Es gracioso lo que ocurre en este país, parece que funciona eso de ocultar un tesoro a la vista de todos, de lo contrario resulta difícil de creer la parsimonia, por no usar otra palabra, con que actúan los cuerpos policiales.
Me acuerdo de aquella ocasión en que remití a la Policía el enlace de una descarga de un video "inapropiado", obtenido cuando intentaba bajar un programa "legal". Como respuesta, en lugar de un sencillo “Gracias”, obtuve un “Ya sabemos que existen este tipo de videos”, desde luego todo un incentivo para la colaboración ciudadana.
España siempre ha sido un país de pillos, el defraudador es elevado a la categoría de héroe, ¿qué mejor lugar para acoger a grupos internacionales de blanqueo de capitales? Lo que muchos ciudadanos desconocen es que la legislación española forma parte de una red de paraísos fiscales. Los verdaderos territorios libres de impuestos no son las Islas Caimán, ni Belice, ni nada de eso. Estos constituyen, en algunos casos, el destino final de los fondos, podemos llamarles agua, pero el jabón lo ponen otros estados, entre ellos el nuestro.
El común de los mortales ignora que nuestra legislación posibilita lo que yo denomino “paraísos fiscales virtuales”. Estos se forman a través de una serie de operaciones, totalmente legales entre empresas de diversos países para aprovechar cada legislación en pro del mayor beneficio para la empresa en cuestión. ¿Objetivo? Declarar los mayores beneficios pagando la friolera de CERO impuestos.
La trama de pillos y galopines (oficiales) representa un entramado bastante doméstico, una pandilla de amiguetes que se dan palmaditas en la espalda, comparados con las multinacionales que se presentan como salvadoras de nuestro modo de vida, guardianes de nuestro futuro, arquitectos de nuestro destino, esto último lo son verdaderamente. Estas multinacionales, presumen del trabajo que crean, de la innovación que promueven… Todo pura fachada, una pantalla para presentarse ante una inocente sociedad que todavía confía en los reyes magos y espera cada 22 de diciembre que un golpe de suerte la saque de pobre, cuando el oro circula cada minuto por sus circuitos financieros, sin dejar más rastro que las raspas en los bolsillos de los artesanos orfebres, que dicen llamarse financieros y otros conocen como banqueros.
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