No voy a ser yo quien defienda tan esperpéntico espectáculo como está ocurriendo en Sarria. Unos y otros se tiran piedras y se ponen zancadillas. Desconozco quién o quienes tienen razón y, a decir verdad, ni siquiera me importa. Creo que Sarria se merece otra clase de gobernantes.
En este selecto valle, hasta el noble arte del periodismo cambia de significado y pasa del mero observador que cuenta la realidad al calificador de comportamientos que, cual avezado cirujano, profundiza en la herida a la busca del tumor que en sus propios dedos lleva. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el siguiente artículo.
Este ayuntamiento ha estado desgobernado por unos cuantos años, gobernado por funcionarios otro buen puñado de ellos y a merced de intereses urbanísticos privados la mayoría del tiempo. El urbanismo ha sido un estrepitoso desastre, para muestra: las estructuras en forma de cubo (conocidas eufemísticamente como edificaciones) colocadas en la Outarela.
En esta categoría no voy a incluir la obra del Malecón y pseudo-encauzamiento del río porque su belleza no es de este mundo y mi humilde pluma se siente incapaz de calificar.
Más que al urbanismo, como noble función de organización del espacio para permitir el disfrute de los ciudadanos, dada su ausencia en este bello municipio, yo me voy a referir a asuntos más prosaicos como las licencias de obras, actividades y, para terminar, de estructuras de metacrilato que en esta villa han dado en llamar “terrazas”.
El Ayuntamiento de Sarria se ha dedicado durante muchos años a poner palos en las ruedas de todo aquel que tiene una idea para salir adelante con un negocio y, si la cosa fructifica, cometer la fechoría de proporcionar trabajo a unos cuantos desempleados, especie que abunda en nuestro municipio. Bien es cierto, que este comportamiento ha sido más por pasiva que por activa. La pasividad de los gobernantes nos ha llevado a una interpretación libre sobre el maremágnum legislativo existente realizada por los funcionarios de alto rango. Y con todo el respeto para esa noble casta, llamada funcionariado, encomendar a uno de tal estirpe la interpretación de una norma genérica es como dejarle a un niño chupar un pirulí de cocaína, el colocón que puede coger (y va a coger) es de órdago. Pero, por más que pueda parecerlo, no es mi intención meterme con los funcionarios, que bien han sufrido la dejadez regulatoria por parte de los políticos municipales.
Sarria no se ha aprovechado del aire liberalizador (en el buen sentido de la palabra) que recorre Europa en la última década. La Ley de liberalización del sector servicios (2010) ha pasado por esta villa sin dejar rastro, la Ley de Economía sostenible (2011) ha sido completamente ignorada con el “sólido” argumento de que el entonces secretario se llevó el borrador de ordenanza por él elaborado para la capital de la provincia dejándonos huérfanos de regulación, o más bien hiperregulados en cuanto a tocar las narices a todo el que se mueva.
Ninguna de las diferentes leyes liberalizadoras del sector comercial (2012 y 2013) (leyes en cuanto a rango, porque todas han sido aprobadas por Real Decreto-ley, religión de la que el todavía presidente del gobierno es fiel seguidor) han servido para mover al consistorio de su bache administrativo.
Cuando a finales de 2013 la Xunta de Galicia publica la Ley Gallega de Emprendimiento se produce un cierto atisbo de apertura en la consecución de licencias de obras y actividades. La primera norma extramunicipal no entorpecedora que tan tenaz organismo público se decide a cumplir, por supuesto con el máximo rigor (ahora ya no se ponen palos en la ruedas sino que se hila más fino, punzón en mano se destripa cada párrafo de la ley hasta encontrar la espina que pueda torpedear el lícito intento del ciudadano por crear riqueza).
En la actualidad, una concejala, parece tener la piedra filosofal, la ordenanza de comunicaciones previas, cuyo contenido desconozco pero alabo al menos el tesón de enfrentarse a una anquilosada estructura aparentemente imposible de mover, llamada Ayuntamiento de Sarria. Cuando el consistorio municipal se digne a publicarla podré opinar sobre la misma con más fundamento, pero por el momento permítanme adelantar mi postura elucubrando sobre su contenido.
Si la ordenanza se limita a transcribir cuatro artículos de la Ley Gallega de Emprendimiento, bajo la más restrictiva interpretación de la norma, marca de la casa en Sarria, habrá hecho un trabajo en balde para el pueblo y su función será de mera recaudadora, al permitirle al concello el cobro de una tasa que hasta el momento no existía por falta de regulación.
Si por el contrario, la ordenanza es avanzada, dando cobertura a la mayoría de las obras que se realizan para la apertura de negocios, entre ellas la instalación eléctrica, habrá hecho un gran trabajo y tendrá desde luego mi sincera aprobación ya que habrá logrado más en cuatro meses que todos los anteriores concejales de urbanismo en las últimas dos décadas.
Harina de otro costal es la ordenanza de terrazas que ya existía y no se cumplía, ni el consistorio ha puesto en los últimos años ni en los últimos meses interés alguno en su cumplimiento, permitiendo proliferar, casi como setas, extrañas estructuras de metacrilato que a modo de cortaviento servían y sirven para ralentizar, y a veces hasta hacer emocionante, el paseo peatonal. En cuanto a esta ordenanza mi opinión es similar a la ya expresada para las aperturas, si el único objetivo es recaudar unos cuantos euros habrá perdido la oportunidad de devolver a los sarrianos unos espacios públicos apropiados por particulares para el noble (aunque molesto) fin de ganar dinero. Si, por el contrario despeja el paso a los viandantes, limitando el metracrilato a propiedades particulares, tendrá igualmente mi gratitud.
En caso de no darse ninguna de las condiciones expuestas, habrá sido en vano el retiro espiritual de esta concejala y tendremos una rama adicional en el lustroso árbol creador de entuertos que en Sarria debe pertenecer ya a la especie de las secuoyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario