Consternación ante los atentados de París.
Naturalmente que estoy
consternado por lo ocurrido en París ayer, me hierve la sangre cada
comentario que veo con un mínimo resquicio de complacencia hacia los
terroristas.
La barbarie no tiene
justificación posible y cuando se atenta contra seres inocentes e
indefensos que nada tienen que ver con la supuesta causa que
defienden los totalitarios menos aún.
No todos los muertos valen
lo mismo.
Estamos en una sociedad
convulsa, hiperconectada e interrelacionada. Un acontecimiento en el
rellano de nuestra escalera puede tener difusión y repercusión
mundial en cuestión de minutos, algo impensable hace solamente dos
décadas. Pero finalmente esa conexión es únicamente tecnológica,
en último de cuentas sigue influyendo la vinculación emocional, no
todos los muertos valen lo mismo, para mí tampoco.
No he lamentado lo mismo los
muertos de Libia o Siria que los de París. Yo creo que es normal, no
es que yo sea un monstruo. Pienso que para este comportamiento hay
dos motivaciones fundamentales:
- la emocional: París lo tenemos más cerca, casi seguro conocemos a alquien que haya estado allí alguna vez, Libia o Siria queda mucho más lejos,
- y la egoísta: Francia está aquí al lado, en cualquier momento puede pasarnos a nosotros mismos.
En definitiva, el mundo se
reduce a dos palabras: emoción y egoísmo.
El negocio de las armas.
Francia desde luego es un
curioso fenómeno, por un lado vende armas a los rebeldes en diversos
países árabes, entre ellos a ISIS. Existe la posibilidad de que el
armamento usado en París sea de procedencia francesa, importado de
Libia o Siria. Por ello, los franceses deberán buscar el enemigo en
su propia casa, y no me refiero a los 6 millones de musulmanes que
viven pacíficamente en Francia, sino al gobierno que arma a multitud
de grupos, varios de ellos terroristas.
En España tampoco somos
hermanitas de la caridad, nuestro país es el principal fabricante
mundial de bombas de racimo (esos artefactos de bombas múltiples,
que en la caída se dispersan pudiendo alcanzar un amplio radio y
matar a cientos o miles de personas), o las concertinas, esas
cuchillas que desgarran la piel de ciudadanos desesperados intentando
huír de los horrores, en parte provocados por nosotros mismos.
No más emperadores universales.
El gobierno Bush ha
terminado hace casi ocho años pero su política de enfrentamiento
sigue presente. Una verdadera lástima ese pequeño error en el
recuento de votos en Florida allá por el año 2000 que coronó a
George W. Bush como emperador del mundo, en detrimento de un más
razonable Al Gore.
El mundo es mucho peor después de Bush, menos libre e infinitamente más inseguro.
Defender la paz, no las
guerras.
No se interpreten mis
palabras como un intento de justificación del comportamiento de
estos fanáticos asesinos, nada más lejos de la realidad, ya que, la
matanza de seres humanos no tiene posibilidad alguna de
justificación. Más bien es una invitación a la reflexión, y a
aprender de nuestros propios errores. Si ahora tenemos que aumentar
la seguridad para detectar células terroristas dentro de nuesras
propias fronteras, pues dispuesto estoy a aceptar esta adversidad
pero a cambio y con la condición ineludible de mudar nuestra
política internacional intervencionista. No más lucro a costa de
las vidas ajenas, no más venta de armas a países en conflicto, no
más bombas de racimo, no más concertinas.
Toda la ayuda diplomática
que sea necesaria, pero no más intervenciones militares
Quizás así el siguiente
ataque terrorista que suframos sea con un cuchillo de cocina, o
quizás no haya siguiente.
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