14 de noviembre de 2015

Yo no armo terroristas ¿y mi país?

Consternación ante los atentados de París.
Naturalmente que estoy consternado por lo ocurrido en París ayer, me hierve la sangre cada comentario que veo con un mínimo resquicio de complacencia hacia los terroristas.

La barbarie no tiene justificación posible y cuando se atenta contra seres inocentes e indefensos que nada tienen que ver con la supuesta causa que defienden los totalitarios menos aún.

No todos los muertos valen lo mismo.
Estamos en una sociedad convulsa, hiperconectada e interrelacionada. Un acontecimiento en el rellano de nuestra escalera puede tener difusión y repercusión mundial en cuestión de minutos, algo impensable hace solamente dos décadas. Pero finalmente esa conexión es únicamente tecnológica, en último de cuentas sigue influyendo la vinculación emocional, no todos los muertos valen lo mismo, para mí tampoco.
No he lamentado lo mismo los muertos de Libia o Siria que los de París. Yo creo que es normal, no es que yo sea un monstruo. Pienso que para este comportamiento hay dos motivaciones fundamentales:
  • la emocional: París lo tenemos más cerca, casi seguro conocemos a alquien que haya estado allí alguna vez, Libia o Siria queda mucho más lejos,
  • y la egoísta: Francia está aquí al lado, en cualquier momento puede pasarnos a nosotros mismos.
 En definitiva, el mundo se reduce a dos palabras: emoción y egoísmo.

El negocio de las armas.
Francia desde luego es un curioso fenómeno, por un lado vende armas a los rebeldes en diversos países árabes, entre ellos a ISIS. Existe la posibilidad de que el armamento usado en París sea de procedencia francesa, importado de Libia o Siria. Por ello, los franceses deberán buscar el enemigo en su propia casa, y no me refiero a los 6 millones de musulmanes que viven pacíficamente en Francia, sino al gobierno que arma a multitud de grupos, varios de ellos terroristas.

En España tampoco somos hermanitas de la caridad, nuestro país es el principal fabricante mundial de bombas de racimo (esos artefactos de bombas múltiples, que en la caída se dispersan pudiendo alcanzar un amplio radio y matar a cientos o miles de personas), o las concertinas, esas cuchillas que desgarran la piel de ciudadanos desesperados intentando huír de los horrores, en parte provocados por nosotros mismos.

No más emperadores universales.
El gobierno Bush ha terminado hace casi ocho años pero su política de enfrentamiento sigue presente. Una verdadera lástima ese pequeño error en el recuento de votos en Florida allá por el año 2000 que coronó a George W. Bush como emperador del mundo, en detrimento de un más razonable Al Gore.
El mundo es mucho peor después de Bush, menos libre e infinitamente más inseguro.

Defender la paz, no las guerras.
No se interpreten mis palabras como un intento de justificación del comportamiento de estos fanáticos asesinos, nada más lejos de la realidad, ya que, la matanza de seres humanos no tiene posibilidad alguna de justificación. Más bien es una invitación a la reflexión, y a aprender de nuestros propios errores. Si ahora tenemos que aumentar la seguridad para detectar células terroristas dentro de nuesras propias fronteras, pues dispuesto estoy a aceptar esta adversidad pero a cambio y con la condición ineludible de mudar nuestra política internacional intervencionista. No más lucro a costa de las vidas ajenas, no más venta de armas a países en conflicto, no más bombas de racimo, no más concertinas.

Toda la ayuda diplomática que sea necesaria, pero no más intervenciones militares

Quizás así el siguiente ataque terrorista que suframos sea con un cuchillo de cocina, o quizás no haya siguiente.

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