Voy a ponerme trascendental (o demagógico), depende de cómo se mire. La gente está acojonada con un pequeño "bichito" que no es capaz de subsistir ni de reproducirse por sí mismo y por eso toca las narices a los humanos.
Hasta el día de hoy (18 de marzo de 2020) se ha cargado aproximadamente a 8.000 personas en el mundo.
Antes de que me linchéis por lo que voy a decir, puntualizo que sé lo que es una distribución exponencial y soy consciente de que el número de afectados, y consecuentemente de muertos, se va a disparar en los próximos días y meses.
Pero, a pesar de todo eso, me pregunto. Si mueren 8.500 niños diariamente por desnutrición. ¿Por qué nos preocupan tanto 8.000 muertos contra 8.500 diarios desde hace años? ¿Acaso la vida de esos niños vale menos que la nuestra? ¿Quién pone valor a la vida humana?
¿Por qué a nadie parece preocuparle la mortalidad infantil?, ¿será porque el hambre no es contagiosa?, ¿será porque los muertos por hambre son pobres?.
Es muy probable, de hecho, en nuestro idioma existe la expresión “muerto de hambre” como un insulto.
Seguramente será bueno aprovechar estos días o meses de cuarentena para reflexionar si la sociedad que hemos ido creando se corresponde con lo que nosotros verdaderamente queremos, igual no es tan malo que nuestro estilo de vida, ese que se sustenta en tener suficiente provisión de papel higiénico, se extinga.
¿Será posible que ese terrible "bichito" que ya ha conseguido lo que ninguna guerra, ningún arma, ninguna pandemia había logrado antes, consiga también hacernos más "humanos"?
Depende de nosotros aprovechar este tiempo de recogimiento forzoso para reflexionar, para desde nuestra propia esencia construir un mundo mejor, si es que sobrevivimos al “bichito” y si nos vamos que no sea porque nuestra codicia, nuestro egoísmo, nuestra falta de humanidad nos hace merecedores de la partida.
Si nos lleva el “bichito” que sea tras dar todo nuestro amor a la vida, porque el amor que demos, aunque nos vayamos antes de tiempo, quedará en nuestros semejantes y seguirá circulando por el universo durante mucho, mucho tiempo.
Así que, en lugar de llorar, lamentarte, quejarte, culpar a todo menos a ti mismo/a, piensa qué puedes hacer tú por y para un mundo mejor.
Y haz eso que pienses, porque el pensamiento sin acción no cambia nada.
Y haz eso que pienses, porque el pensamiento sin acción no cambia nada.